El obispo Raúl Vera no es un prelado convencional, ya pueden verlo con la bandera en el altar que ilustra esta noticia, los acoge como tales en la comunidad cristiana y defiende los matrimonios entre ellos aunque no en el sentido tradicional.
Obispo Vera
El obispo Raúl Vera no es un prelado convencional, ya pueden verlo con la fotografía en el altar que ilustra esta foto, recientemente ha participado en la reunión nacional de Ministerios Católicos Gays de Estados Unidos (NACDLGM), coordinando una mesa de trabajo con hispanos y predicando en una de las misas de la conferencia donde recibió un reconocimiento por su trabajo cristiano de solidaridad.
Apoyando un grupo cristiano en la comunidad de gays y lesbianas, no duda en defender su dignidad y los derechos que como ciudadanos también tienen.
En asuntos clave como el matrimonio entre homosexuales el obispo afirma que “puse siempre en claro que no podía entenderse como un matrimonio y lo expliqué cuantas veces fue necesario, casi como una profesión de fe, describiendo claramente cuales son las características y condiciones que Dios le dio al matrimonio”, pero a pesar de todo no ha sido entendido por muchos católicos mexicanos que denunciaron su postura ante la Nunciatura.
Esta es la pastoral del Obispo de Saltillo, México, sobre este asunto:
“Dejar nuestras aureolas y nuestra seguridad, por amor al otro”
Saltillo y el Grupo San Elredo
La Diócesis donde me encuentro ahora, Saltillo, está en una zona de transformación industrial, tiene población rural en medio del desierto y el semidesierto; nuestra ciudad sede de la Diócesis es lugar de paso de migrantes centroamericanos hacia los Estados Unidos. Se trata de una Diócesis con grandes contrastes y dificultades.
Se trata de una población más plural y diversificada que las dos anteriores diócesis donde yo he estado, por lo tanto la problemática es diferente, porque la población vive en situaciones distintas. Sin embargo, la espiritualidad que me ha dado la experiencia anterior, a costa de las pérdidas que he venido teniendo, constituye un especie de tesoro precioso para enfrentar los nuevos desafíos pastorales.
Para iluminar el objetivo de su reunión, me detengo en mi trabajo pastoral con la comunidad Lésbico-Gay. El trabajo lo inició un sacerdote de origen norteamericano, Robert Coogan, a quien desde un principio le agradecí la iniciativa y lo animé a llevarla adelante. El enfoque de nuestro trabajo con el grupo, que tomó el nombre de San Elredo, fue el crear una comunidad que, dependiendo de la Diócesis, realizara un trabajo pastoral con la comunidad Lésbico-gay de la ciudad de Saltillo. También desde un principio hemos querido que fuera abiertamente conocida entre los demás grupos de pastoral y que se hiciera presente en todo el trabajo diocesano, cosa que ha sucedido, no sin dificultad.
El primer obstáculo es ayudarles a vencer los traumas y complejos que la discriminación familiar y social deja en ellos y ellas. El proceso evangelizador al interior de los miembros de la comunidad es ayudarles a comprender la dignidad humana de que gozan como don de Dios, quien no les niega nunca su amor. Esta es una condición indispensable, para que ellos mismos y ellas mismas, como sujetos libres, puedan vencer con fortaleza espiritual en su propio interior, las agresiones continuas de las que son objeto; pero también para que se conviertan en agentes de pastoral que a través de una acción evangelizadora, ayuden a vencer la homofobia, incrustada en la cultura machista que nos caracteriza.
Gracias a Dios y en medio de muchas penalidades para ellos y ellas, y para nosotros como Diócesis, vamos logrando hacer un camino. A mí en lo personal me han apoyado mucho las pérdidas personales de las que he hablado antes, pues por encima de intentar conservar una “buena fama” en situaciones particularmente críticas, está mi decisión de acompañar la vida de quien es maltratado en la sociedad, como es el caso de ellos y ellas. Este es el sentido profundo de la compasión, caminar con quien padece.
Uno de estos momentos críticos fue acompañarlos cuando se desató una campaña homofóbica de parte de los buenos católicos, para impedir la legalización de las uniones entre personas de la comunidad lésbico-gay. Por un lado yo tenía que dejar claro el sentido del matrimonio, como lo entiende la Iglesia, y por otro, no podía dejar que los hicieran pedazos, y se desatara la furia anti-gay y anti-lésbica en la sociedad. Tuve que aceptar lo que me vendría encima de parte de los buenos católicos que me acusaron ante la Nunciatura, pero salí a la defensa de su dignidad y los derechos que como ciudadanos también tenían. Puse siempre en claro que no podía entenderse como un matrimonio y lo expliqué cuantas veces fue necesario, casi como una profesión de fe, describiendo claramente cuales son las características y condiciones que Dios le dio al matrimonio. Esto no lo hacía ante paganos, sino ante los buenos católicos.
Desgraciadamente, es de parte de los grupos católicos y cristianos de otras confesiones, de donde estas personas padecen más discriminación. Han sido corridos de los grupos a los que pertenecían, incluso como coordinadores o coordinadoras, algunas veces los laicos le piden al párroco o al pastor del grupo protestante que los separe de la comunidad cristiana, y el párroco o el pastor lo ha hecho. Lo hacen, además, con argumentos bíblicos. Esto se ha convertido en una de las dificultades que encuentran los miembros del grupo San Elredo para incorporarlos a las actividades que realizan con la comunidad Lésbico-gay. Apenas se dan cuenta que los miembros de la comunidad San Elredo son cristianos católicos, se muestran desconfiados.
En orden a promover el reconocimiento de la propia dignidad entre los miembros de la comunidad Lésbico-gay, y a promover el reconocimiento de esa dignidad de parte de la sociedad y de la Iglesia, el grupo San Elredo organiza una serie de actividades a lo largo del año: Una misa mensual, un retiro anual, un novenario previo a la fiesta de la Virgen de Guadalupe, anualmente celebran durante una semana el Festival de Cine Lésbico-Gay, con cine-forum cada día. También celebran el Día Internacional de Lucha contra el VIH. Las invitaciones para estas actividades las hacen en los cafés o centros nocturnos a donde acuden miembros de la diversidad sexual, además de instancias oficiales de comunicación diocesana.
El grupo se reúne cada semana. Programan mensualmente la temática de las reuniones semanales y la dan a conocer por medio de un periódico mural, que las personas de la comunidad Lésbico-gay, pueden conocer. A estas reuniones semanales acuden de 25 a 35 personas.
El grupo empezó en 2002, y por el testimonio de ellos mismos, consideramos que hemos ido avanzando poco a poco, dándole un lugar mas digno a ellos en la Iglesia y en la sociedad.
La Inclusión y el Amor son las lecciones que debemos aprender.
A modo de conclusión puedo decir que Jesús, al presentarse en medio de nosotros en su porte como hombre, despojado de sus privilegios divinos, dio a sus discípulos la confianza de seguirlo. Aprendieron de él el verdadero sentido de la vida humana, como se entiende ante Dios despojados de toda falsa seguridad. Se convirtieron así en sujetos de la transformación de la sociedad y de la historia. Nosotros no podremos ser testigos del hombre auténtico que nos revelo Cristo en su persona, si nos rodeamos de falsas aureolas y vamos buscando para nuestra seguridad, todo aquello de lo que Cristo se deshizo. En estas condiciones nunca podremos ser testigos diáfanos de Jesús, ni convertir a quienes evangelizamos en sujetos libres para transformar el mundo. Jesús nos enseñó que en la humildad, acompañada de nuestras pérdidas, está el único camino para poder hacernos solidarios con los seres humanos, especialmente con los que más sufren.
Gracias por invitarme a compartir con ustedes.