Arremete contra los homosexuales y compara la democracia española con una dictadura
El prefecto de la Congregación Pontificia para la Educación Católica, el cardenal polaco Zenon Grocholewski –de la camada del fallecido Papa Wojtyla-, no cesa de lanzar anatemas. Hace unos días, declaró que “quienes tengan una identidad sexual incierta, tendencias homosexuales fuertemente radicadas o dificultad para vivir la castidad en el celibato, no podrán ser sacerdotes”.
O sea, que a este paso nadie podrá ser sacerdote, salvo –como apunta este cardenal- aquellos que tengan “estable” “la propia indentidad viril”. Machotes, sí; pero castos y teniendo en cuenta, además, que “la castidad por el Reino es mucho más que la simple carencia de relaciones sexuales”. Tómate el frasco, Carrasco. ¿Hijos de Dios? La homosexualidad no la admite –cada vez menos- la Iglesia católica. ¿Son los homosexuales hijos de Dios? En la práctica, no y a lo sumo bastardos en la acepción más troglodita del término, aunque la jerarquía eclesiástica diga lo contrario para quedar bien y guardar las formas. Hoy hace una semana que, en La Noria, Pilar Urbano, tan piadosa, montó un show ridiculizando o atacando a los gays y a las lesbianas, todo un monumento a la caridad cristiana. El jesuita Lamet El jesuita Pedro M. Lamet -al que los obispos hace ya un montón de años le zurraron la badana y lo descabalgaron de la dirección de Vida Nueva- escribe actualmente en 21, la revista cristiana de hoy. He aquí una frase significativa de su artículo publicado en esta revista, correspondiente al mes de noviembre: “En el ambiente eclesial español Antonio María Rouco lo tiene claro: parece por el contexto que aquí la culpa de todo la tienen los matrimonios homosexuales”. Referéndums californianos Cuando se supo que el Gobierno Zapatero quería legalizar los matrimonios homosexuales, Rouco salió a la calle -con otros prelados- para protestar acompañado de los sectores más integristas del catolicismo hispano y de algunos dirigentes del PP. Ahora, se ha convertido en un fervoroso partidario de organizar un referéndum para que la ciudadanía diga sí o no a esos matrimonios, como ha sucedido en California, donde ha ganado por los pelos el “no”. El comunismo El otro anatema del cardenal Crocholewski ha ido dirigido contra la asignatura Educación para la Ciudadanía. En este punto, su demagogia sobre la objeción de conciencia supera los límites de una cierta cordura y se enfila por derroteros delirantes. Resulta que la implantación de la asignatura citada le recuerda a Su Eminencia “los tiempos del régimen comunista” en Polonia. Subraya este clérigo -llegado a Príncipe de la Iglesia- que “todos los regímenes dictatoriales buscan guiar la escuela formando ciudadanos que sean dóciles”. Sonrojo Produce sonrojo escuchar este género de discurso –entre falsario e ignorante- en boca de un cardenal católico. ¿Aún no sabe el tal Crocholewski que en España no hay ninguna dictadura y que el régimen vigente desde hace más de treinta años es democrático? ¿Debe un alto cargo del Vaticano –que precisamente es el único Estado no democrático en toda Europa- sembrar la cizaña de la mentira? A punta de bayoneta En España, Eminencia, se mantuvo durante cuarenta años un régimen totalitario, inspirado en el fascismo, el nazismo y el nacionalcatolicismo. Entonces, la escuela estaba a las órdenes del general Franco. Entonces, había aquí una asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, bazofia propagandística en favor del dictador. Ni un solo obispo ni un solo cardenal condenaron la imposición de esa asignatura hecha a punta de bayoneta. Aplaudían al dictador y lo paseaban por los templos bajo palio. Entonces, callaron y acataron esa asignatura y todo lo demás. ¡Hipócritas! Enric Sopena es director de El Plural -->
O sea, que a este paso nadie podrá ser sacerdote, salvo –como apunta este cardenal- aquellos que tengan “estable” “la propia indentidad viril”. Machotes, sí; pero castos y teniendo en cuenta, además, que “la castidad por el Reino es mucho más que la simple carencia de relaciones sexuales”. Tómate el frasco, Carrasco. ¿Hijos de Dios? La homosexualidad no la admite –cada vez menos- la Iglesia católica. ¿Son los homosexuales hijos de Dios? En la práctica, no y a lo sumo bastardos en la acepción más troglodita del término, aunque la jerarquía eclesiástica diga lo contrario para quedar bien y guardar las formas. Hoy hace una semana que, en La Noria, Pilar Urbano, tan piadosa, montó un show ridiculizando o atacando a los gays y a las lesbianas, todo un monumento a la caridad cristiana. El jesuita Lamet El jesuita Pedro M. Lamet -al que los obispos hace ya un montón de años le zurraron la badana y lo descabalgaron de la dirección de Vida Nueva- escribe actualmente en 21, la revista cristiana de hoy. He aquí una frase significativa de su artículo publicado en esta revista, correspondiente al mes de noviembre: “En el ambiente eclesial español Antonio María Rouco lo tiene claro: parece por el contexto que aquí la culpa de todo la tienen los matrimonios homosexuales”. Referéndums californianos Cuando se supo que el Gobierno Zapatero quería legalizar los matrimonios homosexuales, Rouco salió a la calle -con otros prelados- para protestar acompañado de los sectores más integristas del catolicismo hispano y de algunos dirigentes del PP. Ahora, se ha convertido en un fervoroso partidario de organizar un referéndum para que la ciudadanía diga sí o no a esos matrimonios, como ha sucedido en California, donde ha ganado por los pelos el “no”. El comunismo El otro anatema del cardenal Crocholewski ha ido dirigido contra la asignatura Educación para la Ciudadanía. En este punto, su demagogia sobre la objeción de conciencia supera los límites de una cierta cordura y se enfila por derroteros delirantes. Resulta que la implantación de la asignatura citada le recuerda a Su Eminencia “los tiempos del régimen comunista” en Polonia. Subraya este clérigo -llegado a Príncipe de la Iglesia- que “todos los regímenes dictatoriales buscan guiar la escuela formando ciudadanos que sean dóciles”. Sonrojo Produce sonrojo escuchar este género de discurso –entre falsario e ignorante- en boca de un cardenal católico. ¿Aún no sabe el tal Crocholewski que en España no hay ninguna dictadura y que el régimen vigente desde hace más de treinta años es democrático? ¿Debe un alto cargo del Vaticano –que precisamente es el único Estado no democrático en toda Europa- sembrar la cizaña de la mentira? A punta de bayoneta En España, Eminencia, se mantuvo durante cuarenta años un régimen totalitario, inspirado en el fascismo, el nazismo y el nacionalcatolicismo. Entonces, la escuela estaba a las órdenes del general Franco. Entonces, había aquí una asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, bazofia propagandística en favor del dictador. Ni un solo obispo ni un solo cardenal condenaron la imposición de esa asignatura hecha a punta de bayoneta. Aplaudían al dictador y lo paseaban por los templos bajo palio. Entonces, callaron y acataron esa asignatura y todo lo demás. ¡Hipócritas!
O sea, que a este paso nadie podrá ser sacerdote, salvo –como apunta este cardenal- aquellos que tengan “estable” “la propia indentidad viril”. Machotes, sí; pero castos y teniendo en cuenta, además, que “la castidad por el Reino es mucho más que la simple carencia de relaciones sexuales”. Tómate el frasco, Carrasco. ¿Hijos de Dios? La homosexualidad no la admite –cada vez menos- la Iglesia católica. ¿Son los homosexuales hijos de Dios? En la práctica, no y a lo sumo bastardos en la acepción más troglodita del término, aunque la jerarquía eclesiástica diga lo contrario para quedar bien y guardar las formas. Hoy hace una semana que, en La Noria, Pilar Urbano, tan piadosa, montó un show ridiculizando o atacando a los gays y a las lesbianas, todo un monumento a la caridad cristiana. El jesuita Lamet El jesuita Pedro M. Lamet -al que los obispos hace ya un montón de años le zurraron la badana y lo descabalgaron de la dirección de Vida Nueva- escribe actualmente en 21, la revista cristiana de hoy. He aquí una frase significativa de su artículo publicado en esta revista, correspondiente al mes de noviembre: “En el ambiente eclesial español Antonio María Rouco lo tiene claro: parece por el contexto que aquí la culpa de todo la tienen los matrimonios homosexuales”. Referéndums californianos Cuando se supo que el Gobierno Zapatero quería legalizar los matrimonios homosexuales, Rouco salió a la calle -con otros prelados- para protestar acompañado de los sectores más integristas del catolicismo hispano y de algunos dirigentes del PP. Ahora, se ha convertido en un fervoroso partidario de organizar un referéndum para que la ciudadanía diga sí o no a esos matrimonios, como ha sucedido en California, donde ha ganado por los pelos el “no”. El comunismo El otro anatema del cardenal Crocholewski ha ido dirigido contra la asignatura Educación para la Ciudadanía. En este punto, su demagogia sobre la objeción de conciencia supera los límites de una cierta cordura y se enfila por derroteros delirantes. Resulta que la implantación de la asignatura citada le recuerda a Su Eminencia “los tiempos del régimen comunista” en Polonia. Subraya este clérigo -llegado a Príncipe de la Iglesia- que “todos los regímenes dictatoriales buscan guiar la escuela formando ciudadanos que sean dóciles”. Sonrojo Produce sonrojo escuchar este género de discurso –entre falsario e ignorante- en boca de un cardenal católico. ¿Aún no sabe el tal Crocholewski que en España no hay ninguna dictadura y que el régimen vigente desde hace más de treinta años es democrático? ¿Debe un alto cargo del Vaticano –que precisamente es el único Estado no democrático en toda Europa- sembrar la cizaña de la mentira? A punta de bayoneta En España, Eminencia, se mantuvo durante cuarenta años un régimen totalitario, inspirado en el fascismo, el nazismo y el nacionalcatolicismo. Entonces, la escuela estaba a las órdenes del general Franco. Entonces, había aquí una asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, bazofia propagandística en favor del dictador. Ni un solo obispo ni un solo cardenal condenaron la imposición de esa asignatura hecha a punta de bayoneta. Aplaudían al dictador y lo paseaban por los templos bajo palio. Entonces, callaron y acataron esa asignatura y todo lo demás. ¡Hipócritas! Enric Sopena es director de El Plural -->
O sea, que a este paso nadie podrá ser sacerdote, salvo –como apunta este cardenal- aquellos que tengan “estable” “la propia indentidad viril”. Machotes, sí; pero castos y teniendo en cuenta, además, que “la castidad por el Reino es mucho más que la simple carencia de relaciones sexuales”. Tómate el frasco, Carrasco. ¿Hijos de Dios? La homosexualidad no la admite –cada vez menos- la Iglesia católica. ¿Son los homosexuales hijos de Dios? En la práctica, no y a lo sumo bastardos en la acepción más troglodita del término, aunque la jerarquía eclesiástica diga lo contrario para quedar bien y guardar las formas. Hoy hace una semana que, en La Noria, Pilar Urbano, tan piadosa, montó un show ridiculizando o atacando a los gays y a las lesbianas, todo un monumento a la caridad cristiana. El jesuita Lamet El jesuita Pedro M. Lamet -al que los obispos hace ya un montón de años le zurraron la badana y lo descabalgaron de la dirección de Vida Nueva- escribe actualmente en 21, la revista cristiana de hoy. He aquí una frase significativa de su artículo publicado en esta revista, correspondiente al mes de noviembre: “En el ambiente eclesial español Antonio María Rouco lo tiene claro: parece por el contexto que aquí la culpa de todo la tienen los matrimonios homosexuales”. Referéndums californianos Cuando se supo que el Gobierno Zapatero quería legalizar los matrimonios homosexuales, Rouco salió a la calle -con otros prelados- para protestar acompañado de los sectores más integristas del catolicismo hispano y de algunos dirigentes del PP. Ahora, se ha convertido en un fervoroso partidario de organizar un referéndum para que la ciudadanía diga sí o no a esos matrimonios, como ha sucedido en California, donde ha ganado por los pelos el “no”. El comunismo El otro anatema del cardenal Crocholewski ha ido dirigido contra la asignatura Educación para la Ciudadanía. En este punto, su demagogia sobre la objeción de conciencia supera los límites de una cierta cordura y se enfila por derroteros delirantes. Resulta que la implantación de la asignatura citada le recuerda a Su Eminencia “los tiempos del régimen comunista” en Polonia. Subraya este clérigo -llegado a Príncipe de la Iglesia- que “todos los regímenes dictatoriales buscan guiar la escuela formando ciudadanos que sean dóciles”. Sonrojo Produce sonrojo escuchar este género de discurso –entre falsario e ignorante- en boca de un cardenal católico. ¿Aún no sabe el tal Crocholewski que en España no hay ninguna dictadura y que el régimen vigente desde hace más de treinta años es democrático? ¿Debe un alto cargo del Vaticano –que precisamente es el único Estado no democrático en toda Europa- sembrar la cizaña de la mentira? A punta de bayoneta En España, Eminencia, se mantuvo durante cuarenta años un régimen totalitario, inspirado en el fascismo, el nazismo y el nacionalcatolicismo. Entonces, la escuela estaba a las órdenes del general Franco. Entonces, había aquí una asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional, bazofia propagandística en favor del dictador. Ni un solo obispo ni un solo cardenal condenaron la imposición de esa asignatura hecha a punta de bayoneta. Aplaudían al dictador y lo paseaban por los templos bajo palio. Entonces, callaron y acataron esa asignatura y todo lo demás. ¡Hipócritas!
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