Un arco iris entre rejas, homosexualidad y policía sigue siendo un binomio difícil de cuadrar
JANOT GUIL BARCELONA
Decir de entrada que tanto Víctor Argelaguet, agente de la Guardia Urbana de Barcelona, como Núria Torres, cabo de los Mossos d´Esquadra, presidente y vicepresidenta de la Asociación Policías Gays y Lesbianas (Gaylespol), están de acuerdo en concluir que España es un «oasis» en cuanto al reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Si se compara con otros países. El ejemplo paradigmático en el que basan su juicio es la Ley de Matrimonios Homosexuales que aprobó el Gobierno Zapatero.
Con todo, agente y cabo se apresuran a apostillar para ABC que falta mucho camino por recorrer para llegar a la normalidad, y más aún en un colectivo como el policial. Quedó demostrado, por ejemplo, en la IV Conferencia Europea de Gays y Lesbianas Policías que se celebró el pasado verano en Barcelona. Reunió a más de 200 policías de 14 países y fue organizada por Gaylespol.
De hecho, la propia convocatoria del acto hizo aflorar los miedos, recelos y represiones que lastran el ansiado viaje del colectivo homosexual en general, y en particular del que trabaja en la policía, hacia un reconocimiento social sin peros, sin discriminación.
A título personal Según Argelaguet, hubo colegas de otros países que acudieron a la conferencia de Barcelona a título personal, pero que declinaban hablar en ella en público, ante los medios de comunicación, por temor al qué dirán, y harán, cuando regresen a su lugar de origen. Fue el caso de algunos policías italianos, «carabinieri», a los que la sombra del gobierno conservador de Berlusconi les persigue más allá de sus fronteras. Pero no hace falta irse muy lejos para ver el problema. Se invitó a la Policía Nacional y a la Guardia Civil... y al final no fue nadie en representación oficial de estos cuerpos. Sólo algunos agentes a título personal.
Ahora no existen leyes represoras de la homosexualidad, como durante el franquismo, pero subsisten los miedos -«se dice que el 80 por ciento de los homosexuales no ha salido del armario, pero el porcentaje dentro de la policía es aún mayor»- y las actitudes homófobas en el cuerpo policial. «A los policías homsexuales les cuesta salir del armario por el miedo a una reacción adversa por parte de los compañeros y porque temen que eso afecte a su carrera», denuncia Argelaguet. «Yo tengo 32 años y trabajo desde los 18 como policía, pero no salí del armario hasta hace seis años por esos miedos, aunque desde entonces no he tenido problemas», confiesa.
«Personalmente, tampoco he tenido problemas en el trabajo tras saberse que era lesbiana», afirma la cabo Torres de los Mossos, de 40 años, aunque recuerda cómo a lo largo de su carrera ha vivido situaciones denunciables, como tener que hacer un test psicotécnico que incluía preguntas como «¿Te gustan las mujeres rubias?».
Ni Argelaguet ni Torres, pues, han sido víctimas directas de un caso grave de discriminación, pero conocen casos muy graves. Como el de «un agente de una ciudada media del norte de Cataluña» -no quieren dar más datos a la espera de que la víctima decida presentar una denuncia-, al que su superior llamó a su despacho tras descubrir que tenía un perfil con su nombre en una red social de Internet integrada por homosexuales. «Le dijo que era una deshonra para el cuerpo policial y le exigió que retirara su perfil de esa web», explica Argelaguet, quien añade que el agente, que también fue motivo de escarnio por parte de algunos compañeros, dejó esa comisaría y hasta ha cambiado de cuerpo policial a raíz de este incidente.
Falta de formación
Para facilitar el reconocimiento social de los derechos de los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales, el papel de la policía y la justicia es, obviamente, fundamental. Sin embargo, según Núria Torres, en la persecución de los delitos de homofobia siguen fallando muchos aspectos, pese a iniciativas que ella y Argelaguet aplauden, como la reciente creación de un protocolo de colaboración entre Fiscalía y Mossos para atajar este problema. Por un lado, está el recelo de las víctimas a denunciar casos de discriminaciones y agresiones, porque eso conlleva hacer pública su homosexualidad ante la policía, de entrada, y ante el resto de la sociedad. Por otro lado, denuncia Torres, falta mejorar la concienciación y la formación de los policías para tratar estos delitos. «Casi no se instruyen atestados sobre agresiones homófobas. Muchos compañeros policías siguen pensando que lo de combatir la homofobia es una cuestión de ser políticamente correcto, pero no es eso. Se trata de aplicar el Código Penal, que considera la homofobia como un delito», apunta. «En algunos casos, por ejemplo cuando a alguien se le discrimina en una tienda por ser homosexual, el agente le dice a la víctima que vaya a reclamar a la oficina del consumidor», explica Argelaguet.
En cuanto a la formación, Torres explica que en la Escuela de Policía de Cataluña de Mollet del Vall_s (Barcelona), del concepto de homofobia se hace una pequeña mención, al tratar de otras discriminaciones, en el temario que estudian los futuros «mossos» y policías locales, «lo que es del todo insuficiente». Desde la asociación Gaylespol ya trabajan con el Departamento de Interior de la Generalitat para mejorar este déficit, aunque por ahora deben conformarse con paliar el problema mediante charlas y talleres fuera del temario obligatorio que imparten en Mollet a los candidatos a engrosar el cuerpo policial.
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